Mi modus operandi se genera a partir de PRÁCTICAS INTERRELACIONALES que llevan a un acercamiento que de cierta manera rompe con lo habitual. Se ejercita desde la escucha, del tú a tú y del sentir cada situación como única, y creando un ESPACIO COMÚN dentro de los límites, más o menos elásticos, del cliente y de los míos.
En cada proyecto, cuando propongo diferentes relaciones espaciales, me muevo por el ESPA- CIO HUMANO, por la dispersión y por la intimidad. Quizás es algo incoherente porque ambos términos me imponen muchísimo respeto y lo trabajo con “pinzas” dada la fragilidad y la potencialidad que encuentro en ellos… Lo que más me intriga es lo que pueda existir más diferente a mí misma y con ese objeto, persona o lugar, entablar diferentes relaciones de intimidad: entendiendo por ésta la acción que se puede generar en conjunto con el Otro y a raíz de esa relación, la intimidad que se genera en mí misma y en el Otro aisladamente.
Hace unos años, inicié un proceso de investigación artístico sobre la RUINA, donde trabajé con un total de 11 personas, fue un proceso de tú a tú, con cada uno individualmente trabajé su concepto de ruina. Se partió de un concepto arquitectónico para una reflexión bastante profunda sobre estos espacios erosionados por el tiempo. En esta práctica, cada persona me pasaba un objeto que sería manipulado por mí, bajo su concepto de ruina [metafórica]. Tras cada encuentro me quedaba con ese objeto y lo manipulaba según sus características y mi sentir. Eran objetos cuya historia desconocía [había una reserva en preservar intencionalmente la intimidad del objeto con su dueño] pero a la par se iba construyendo por capas, muy paulatinamente, intimidades silenciosas a través de acciones tanto con el objeto en sí, como con el dueño del objeto. No importaba qué clase de intimidad nacía, pero algo se germinaba, algo se desvelaba como la estructura de las ruinas que se “desnudan” con el paso del tiempo, porque se rompen o están en tensión con otras, o simplemente porque están expuestas al aire… Este ejercicio me llevó a profundizar en el interior del Otro a la par que profundizaba en el interior de cada objeto. Intencionalmente, llegamos a los cimientos, a la raíz, a lo que no se ve pero es la base de soporte de todo.
Este proceso fue fundamental para redefinir mi metodología de trabajo, para cuándo me surgen proyectos de ARQUITECTURA de INTERIORES o INTERIORISMO. En que situaciones en las que el interior del cliente tiene que ser escuchado atentamente, habitado invisiblemente y traducido en espacios tangibles.
Esta intimidad surge del hacer, no se representa, y este hacer da lugar a una situación íntima, a una experiencia que transforma temporalmente el espacio en el que ocurre. La intimidad no es necesariamente algo opuesto a lo público. Lo público es su condición, su límite, el punto desde donde algo comienza a ser posible. Justo el espacio en el que la intimidad puede tramarse. Intimidad y privacidad muchas veces se utilizan como sinónimos pero a mi parecer son cosas distintas. INTIMIDAD me traslada a ese espacio compartido entre dos o varias personas, a establecer de territorios de confianza, a la creación de espacios de lo común. Al tiempo que PRIVACIDAD me remite a la delimitación de aquello que puede ser compartido o NO, con la privación: en definitiva, con el habitar el espacio de lo no común.
Todos tenemos nuestro espacio privado, algo que es sólo nuestro, donde la entrada en él se hace quizás por un agujero, posibilitando el pasaje de nuestro cuerpo y ninguno más… Hay personas demasiado privadas y otras, por lo contrario, poco privadas. En definitiva, pertenezco al primer grupo. Os confieso que en mi espacio privado no hay paredes, ni techo, simplemente mucha Luz. Los horizontes son verdes e infinitos. Los diferentes matices de azul que encuentro están en estado líquido y de negro lo que hay son sombras mutantes. Ahí está el único lugar donde me conecto con mi instinto de supervivencia, mis raíces y mi animalidad… Con el paso del tiempo, las sombras se funden con el paisaje. Se enraízan. Se transforman. Hay momentos que lo habito por largas temporadas, otros por breves segundos. El tiempo justo de tomar un respiro y seguir adelante. En arquitectura en general, y en interiorismo en particular, es fundamental crear desde el primer momento ese espacio común entre el cliente y el arquitecto donde se comparta ideas, intenciones, sentimientos, deseos, expectativas… Porque los espacios propuestos serán habitados por el cliente que [me] encarga cada proyecto, deberán contar su historia de vida y serán pensados para su cuerpo en movimiento o parado. Cada relación espacial de interiores diseñada traducirá su forma de estar, sus prioridades, sus necesidades y potencialidades, y principalmente a través de la afirmación de su identidad proporcionarle el enraizamiento en ese espacio-tiempo en el que se encuentra, dándole siempre margen a un habitar diferente en el futuro. Los espacios deberán ser mutantes como uno mismo y que la casa sea la continuidad de su piel, son los grandes desafíos. La privacidad no tiene por qué ser compartida [conmigo] pero sí vivida entre las paredes [por mí] diseñadas.